domingo, 14 de marzo de 2010

orden


Las fuerzas del orden, nuestro mejor seguro

Por: Héctor López Historiador
Sábado 13 de Marzo del 2010

En uno de sus libros más hermosos, "Chile o una loca geografía", Benjamín Subercaseaux (1902-1973) dice que los terremotos constituyen la catástrofe inesperada por excelencia, el ladrón nocturno de que nos habla el Evangelio. Nada lo anuncia ni permite preverlo con certeza.

Más adelante apunta: "Al grito de angustia, sigue la fuga enloquecida, en la oscuridad, y el polvo que los atraganta; la escala que cede y el ruido sordo de la cornisa que se desploma frente a ellos es como una última advertencia de que no irán mucho más allá. El movimiento sigue y los persigue sin piedad".

Más allá de eventuales confusiones que tuvieron lugar inmediatamente después de la tragedia, entre la presidenta Michelle Bachelet y los mandos castrenses, es necesario remarcar —para quienes objetan hasta la existencia de las fuerzas del orden— que en casos de desastre tanto las Fuerzas Armadas como la policía , en el caso de Chile los carabineros, desempeñan un rol insustituible, fundamental, pues en razón del pánico que se apodera de las gentes, la destrucción material, el corte total o parcial de las comunicaciones, la energía eléctrica y el agua potable, las zonas afectadas sufren un colapso de tal naturaleza que permite que el lumpen inicie de inmediato toda suerte de actos de pillaje, saqueo y confusión que aumenta todavía más la angustia de los damnificados.

Concepción fue un caos hasta que la Infantería de Marina, elementos del Ejército y carabineros impusieron con su presencia protección y seguridad a los pobladores de esa y otras ciudades, al mismo tiempo que el toque de queda ponía coto a los saqueos, totalmente injustificados, ya que no se trataba de alimentos, agua o medicamentos, sino de electrodomésticos y otros objetos de valor.

Junto al orden, punto inicial de toda actividad bien concertada, el Ejército chileno inició de inmediato la tarea de levantar hospitales de campaña, rescatar heridos, buscar cadáveres, distribuir alimentos, etc. Las fragatas y otros buques de la Armada llevaron auxilio a las poblaciones costeras e islas afectadas por el tsunami y la FACH, con sus aviones y helicópteros, hizo lo propio y registró desde el aire la enorme magnitud del daño causado por la furia de la naturaleza.

El Perú, geográficamente, comparte con Chile y otros países el peligroso cinturón de fuego del Pacífico. No estamos libres, pues, que en cualquier momento ocurra en nuestro territorio una tragedia análoga a la chilena. ¿Quiénes serían los primeros en tomar acción para llevar auxilio a las víctimas e impedir el pillaje y otros daños causados por la delincuencia? La respuesta es obvia: nuestra Fuerza Armada y la Policía Nacional. Ya lo han hecho en otras oportunidades y lo volverán a hacer apenas reciban la orden de ponerse en acción. Ellos no pensarán en el peligro que lógicamente entraña la misión. Simplemente cumplirán abnegadamente con su deber y, si al hacerlo, pierden la vida o quedan gravemente heridos o mutilados, será simplemente un acto de servicio. Por eso en el frente interno las Fuerzas Armadas son tanto o más importantes que en el externo. Por eso también merecen respeto, consideración, condiciones salariales justas y la llamada cédula viva. Las fuerzas del orden son nuestro mejor seguro: fraterno, abnegado y que en las horas de más dura prueba jamás pasa factura por lo que hace.

Finalmente, reiteramos nuestra solidaridad al pueblo chileno con el ferviente deseo que restañe en el tiempo más corto posible sus graves heridas materiales y emocionales.

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