domingo, 7 de marzo de 2010

Espana aparta este caliz


"Nos faltó una guillotina"

Arturo Pérez-Reverte a propósito de su anunciada novela, El asedio. Escritor lanzará el 3 de marzo novela situada en el Cádiz de 1811, cuando fue ocupado por los franceses.

Redacción.

El escritor español Arturo Pérez-Reverte vuelve al galope. Épico, vuelve a la carga con una novela, El asedio, en la que, por sus declaraciones a la prensa española, narra la revuelta popular de Cádiz contra los franceses, en 1812.  La obra será lanzada el 3 de marzo por Alfaguara.

"El asedio –declaraba para la revista Elle.es– es una obra de espionaje, policíaca, marina, costumbrista, urbana, una novela científica y un folletín sentimental absolutamente decimonónico. En ella están todas mis novelas. Todos los libros que he escrito están aquí, pero ante todo, me apetecía mucho meterme sin ningún tipo de complejos en una historia romántica".

El dedo en la llaga

Pérez- Reverte no se ha reservado lanzas contra la historia de su país.

"España es un país históricamente enfermo. Se ve muy bien en cuanto escarbas un poco en la historia: desde Indíbil y Mandonio, los Austrias, la Ilustración... Hasta ahora mismo... Mira cómo nos estamos cargando la democracia. En cuando se empieza a perfilar una España distinta, esa España que empieza a ser posible, la destruyen los mismos españoles: la arrogancia de unos y el fanatismo de los otros", ha dicho a El Cultural, de El Mundo.

Para el escritor, hubo  sin embargo una oportunidad: la Constitución de 1812. Pero no, jamás hubo armonía y sentido común.
"Cuando lees las actas de los debates, ves cómo se odiaban unos a otros, cómo se puteaban, cómo usaban la prensa como arma arrojadiza... cómo ese esquema dialéctico, terrible y destructivo, se va reproduciendo en los siglos XIX, XX y XXI", anota al suplemento de El Mundo.

Dice que España es un país "gozosamente inculto" y que existe una memoria analfabeta, peligrosa.

"El español –agrega al diario español– es históricamente un hijo de puta, pero para comprenderlo, para aceptarlo, para quererlo, con lo bueno y lo malo –ahí está también su generosidad, su capacidad de olvidar y de perdonar, de empezar de nuevo– hace falta conocer sus tres mil años de desarrollo y no un pequeño periodo en el cual por sí solo no explica nada...".

Que en España, a propósito de la Ley de Memoria Histórica, se hable a estas alturas de malos y buenos, a él no le parece.

"Cualquiera que haya leído la historia de España sabe que aquí todos hemos sido igual de hijos de puta, TODOS", agrega.

Pero Pérez-Reverte también ha hablado sobre su escritura, el amor y Javier Marías a la revista Elle.es.

 "Tengo 58 años. Voy dando pasos nuevos. Cuando era joven, en mi literatura pesaba más la acción. Pero las novelas escritas, las canas en la barba, las arrugas en la cara y esa visión lúcida que me dan los años hacen que asuntos que antes me interesaban de lejos me interesen de cerca…", ha dicho.

El amor y el amigo

En cuanto al amor, el escritor  es rotundo: "El amor es como una borrachera que saca lo que llevas dentro. A un tío estupendo le saca ser estupendo y al que es un mierda el ser un mierda".

Asegura que con Javier Marías son muy amigos y que cada quince días comen juntos. "Siempre le digo una cosa que le hace mucha gracia: 'Si tú y yo estuviésemos en el Titanic seríamos de los que siguen jugando una partida de cartas mientras el barco se hunde, pero no te creas que por ser más valientes que otros, sino por mantener la reputación' ".

Hemos fusilado tarde y mal

 "¿Sabes realmente cuál es mi lamento histórico? Es que aquí nos faltó una guillotina al final del siglo XVIII. El problema de España, a diferencia de Francia, es que no hubo una guillotina en la Puerta del Sol que le picara el billete a los curas, a los reyes, a los obispos y a los aristócratas... y al que no quisiera ser libre le obligara a ser libre a la fuerza. Nos faltó eso, pasar por la cuchilla a media España para hacer libre a la otra media. Eso lo hemos hecho luego, hemos fusilado tarde y mal, y no ha servido de nada.

El momento histórico era ese, el final del XVIII. Las cabezas de Carlos IV y de Fernando VII en un cesto, y de paso las de algunos obispos y unos cuantos más, habrían cambiado mucho, y para bien, la Historia de España. Nadie lo hizo, perdimos la ocasión, y aquí seguimos todavía, arrastrando ese lastre que nos dejaron aquellos que sobrevivieron y que no tenían que haber sobrevivido".


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