viernes, 3 de diciembre de 2010

Marcos Gheiler

Marcos Gheiler: "Hay que ver a los políticos más allá de su máscara"

El inconsciente es la llave para muchos de nuestros problemas como personas y como país. Marcos Gheiler, destacado psicoanalista, ofrece, en la Escuela de Psicoterapia Psicoanalítica Clínica y Aplicada (EPCA), un curso introductorio al tema desde el martes. Informes www.epca.edu.pe/
Autor: José Gabriel Chueca
En la época hitleriana, para poder ser destruido, el psicoanálisis fue calificado de ciencia judía. Quemaron los libros de Freud. Sobre esto, él hizo una broma: 'Qué bien estamos, ahora queman mis libros, antes me hubieran quemado a mí'. De hecho, lo hubieran quemado, así como quemaron a cuatro millones de rusos, a un millón y medio de gitanos, a seis millones de judíos… Pero Freud nunca perdió el sentido del humor", explica Marcos Gheiler.

¿Por qué hay esta relación fuerte entre los judíos y el psicoanálisis?
Es un gran misterio sobre el que también indagué, antes de dedicarme a la búsqueda de los usos del psicoanálisis en el consultorio y más allá –en la educación, la política, la comunidad, etc.–. Freud mismo se preguntaba "por qué tuvo que ser un judío no creyente, totalmente ateo, como yo, quien descubriera el psicoanálisis". Y encontré que el Talmud, el libro que reúne la tradición oral de hace muchos milenios, tiene algunas reglas que usaban los sabios judíos que fueron las primeras propuestas técnicas del trabajo psicoanalítico.

¿Por ejemplo?
La contigüidad de una palabra o frase dicha a continuación de otra, que podrían no tener una relación de sentido, nos autoriza a unirlas como si lo tuvieran y a concluir cosas de ellas. Todos los psicoanalistas lo hacemos y, más importante, lo que hallamos no le parece una 'roca' al paciente. Y como esto hay varios ejemplos más.

¿Por qué se interesó por el psicoanálisis?
Fueron varias cosas: la historia de uno, de la familia, lecturas, el judaísmo, la ética. Mi interés se desencadenó porque alguna vez yo necesité ayuda y un profesional de orientación psicoanalítica me ayudó mucho. Me identifiqué con esa forma de trabajo, que tenía que ver entonces con una asombrosa capacidad de escucha.

¿Podríamos decir que la sociedad peruana es prepsicoanalítica? Me refiero a que nadie reflexiona sobre sus emociones o las de los demás.
Yo diría que el mundo es prepsicoanalítico. Y esto a pesar de que se considera que el psicoanálisis, desde su aparición, ha pegado mucho. Y el mundo no va a cambiar hasta que no haya una masa crítica de gente que tenga la capacidad de pensar y escuchar analíticamente en diversos espacios de la sociedad, de manera que ayude al otro a pensar considerando el aspecto inconsciente. Y no sé si habrá tiempo para eso.

¿Por qué lo dice?
Pienso que el hombre y la Tierra –el medio ambiente– están en una patología severa cuya consecuencia principal es el cambio climático. Cuando uno ve que no hay nieve en el Misti, por ejemplo, y uno entiende que nuestros hijos y nietos lo van a pasar bien bravo por ese motivo, uno no puede dejar de pensar en la pulsión de muerte. Tenemos que tomar conciencia de eso.

Hay quienes considerarían alarmista algo así.
Yo sí quiero preocupar a la gente. Porque, si no, no tomaremos cartas en el asunto. Y me incluyo. La búsqueda de placer inmediato es mucho más poderosa que la capacidad de pensar en el futuro.

¿Qué se puede hacer desde el psicoanálisis con los políticos peruanos?
Yo observo el trabajo de los periodistas, y creo que en la entrevista periodística se pueden descubrir cosas ocultas. Tenemos derecho de saber quiénes son los políticos más allá de su máscara, y quién mejor para eso que los periodistas. Los lapsus de los políticos los evidencian. Como aquel congresista que juró por Dios y por la plata… Un periodista capaz de notar estas cosas y de preguntar a partir de ellas podría revelar qué intereses reales tienen los políticos.

El tema del lapsus es clave, ¿no?
Totalmente, revela el inconsciente. Un lapsus es que, de pronto, se convierta en palabra o en acción algo que uno está aguantado dentro de sí, consciente o inconscientemente.

Tengo entendido que su escuela va a ofrecer un curso introductorio al psicoanálisis. ¿Quiénes pueden tomarlo?
Esta formación está dirigida tanto a aquellos que desean formarse como psicoterapeutas psicoanalíticos como a los que desean aprender el psicoanálisis y utilizarlo para entender y dirigir grupos humanos o asesorar a los que los dirigen. El psicoanálisis, en realidad, empezó entre los médicos, pero rápidamente pasó a los educadores, como la hija de Freud.

No es exclusivo de los médicos.
Hay psicoanalistas destacados que no tenían ningún título previo. Pero, en Estados Unidos, durante mucho tiempo, solo los médicos podían ser psicoanalistas. Después lo han podido hacer los psicólogos. Y en Argentina es lo mismo. En Inglaterra no había esa restricción. Aquí tenemos filósofos, sociólogos, teólogos… y cada vez se abre más el espectro. Yo diría que lo único que determinaría que alguien no entrara sería que no tuviera las capacidades personales para emprender un desarrollo de esta naturaleza.

¿Y para qué le servirá a la gente meterse en esto?
Si uno lo aplica en la ayuda al otro, se desempeña como terapeuta. Uno puede aplicar esto en lo que quiera. También he trabajado con abogados y ellos han llegado a entender cosas que los han llevado a aceptar o no a ciertos clientes o a plantear defensas de otras maneras.

Imagino que en la educación puede ser crucial.
En nuestro país, la capacidad de escucha del maestro no está desarrollada. Más aún, desarrollarla no forma parte del plan de estudio. Aquí no importa que el educador sepa escuchar. Y me refiero con saber escuchar a escuchar lo que se dice y, además, a leer entre líneas el inconsciente para encontrar aspectos que pueden ser perjudiciales para la propia persona o para su grupo. Todo esto, además, podemos aplicarlo en nuestras vidas, en nuestro quehacer cotidiano.

 

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