jueves, 8 de julio de 2010

Un nuevo enfoque para la coca en Perú

 


 

Un nuevo enfoque para la coca en Perú

Por: Coletta A Youngers*
Lunes 5 de Julio del 2010

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd), Perú está por superar a Colombia como el mayor productor de coca. Mientras el cultivo de coca en Colombia bajó 16% en el 2009, en el Perú aumentó 6,8%. De hecho, en los últimos 10 años, el cultivo de coca en el Perú ha aumentado 55%. Sin embargo, la repuesta no es poner más recursos y esfuerzos en los mismos programas que hasta ahora han fracasado, sino repensar la estrategia.
Después de casi tres décadas, los esfuerzos por eliminar las drogas a través de la erradicación forzosa de cultivos no han funcionado. En Colombia, la reducción de los plantíos de coca no se debe ni a la fumigación aérea ni a la erradicación manual, sino a la decisión de los productores de no sembrar. En el 2009, el número de hectáreas erradicadas por fumigación bajó 39% y por erradicación manual, 37%. En otras palabras, no es cierto que el "éxito" de Colombia se deba a más erradicación forzosa.
La erradicación forzosa arrastra a las personas a una pobreza mayor y refuerza la dependencia en los cultivos ilícitos, pues los agricultores que no cuentan con otras alternativas económicas viables se ven forzados a retomar sus cultivos, difundiendo a nuevas áreas los problemas. La erradicación forzosa también fomenta violaciones a los derechos humanos, tensiones sociales, inestabilidad y violencia, socavando la ya tenue legitimidad del gobierno y la incipiente consolidación de las instituciones y puede alimentar insurgencias locales, como en el caso de Perú.
Un enfoque más efectivo para reducir los cultivos de coca es la promoción de medios de vida alternativos. Esta estrategia se basa en mejorar el bienestar de agricultores pobres a través del desarrollo integral, incluyendo mejoras en la gobernabilidad local y seguridad ciudadana, junto con reducciones voluntarias de cultivos.
Tailandia es el país que ha implementado con más éxito el modelo de medios de vida alternativos. Tailandia prácticamente eliminó su cultivo de amapola a través de acciones integrales y participativas de desarrollo económico y esfuerzos para consolidar la nación, sostenidos a lo largo de 30 años.
El ejemplo de Tailandia rinde lecciones importantes. Primero, la estrategia para la reducción de cultivos debe tener una secuencia adecuada: el desarrollo debe llegar primero. De lo contrario, muchos productores —sin acceso a otras fuentes de ingresos— no tendrán otra alternativa sino replantar. Con una secuencia adecuada, es más probable que los agricultores colaboren con los esfuerzos de reducción de cultivos. Segundo, si no hay medios de vida alternativos firmemente establecidos, la erradicación de cultivos de coca y amapola resulta contraproducente. Y tercero, los agricultores deben ser tratados como socios en el desarrollo, no como criminales. Las últimas estadísticas de la Onudd deberían ser un llamado de alerta para el Gobierno Peruano, que debería invertir muchos más recursos en promover no la erradicación, sino los medios de vida alternativos para los productores.
(*) INVESTIGADORA AFILIADA A LA OFICINA EN WASHINGTON PARA ASUNTOS LATINOAMERICANOS (WOLA)


 

 

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