viernes, 25 de junio de 2010

exageraciones

Mirando el futuro con un ancla en el pasado

Por: Diana Seminario Marón
Domingo 20 de Junio del 2010

Si uno observa los acontecimientos de la última semana, parece que el Perú sufriera de esquizofrenia crónica. Mientras los estándares económicos hacen reflexionar hasta al más escéptico y nos pintan un futuro extraordinariamente mejor, imágenes de nuestro pasado más oscuro y doloroso vuelven a asomarse por los claustros de San Marcos. El terror agazapado de marcha por la liberación del terrorista Abimael Guzmán.

¿Qué está pasando?, se pregunta más de un ciudadano, que creyó que Fujimori había derrotado al terrorismo, pero luego se encontró con la palabra "remanentes", que traducido a la realidad significa que huestes senderistas actúan aún en la selva central, y que aquellos que entraron a la cárcel hace 20 años enarbolando el estandarte de la violencia están a punto de salir y las autoridades responsables (las de ayer y las de hoy) se la pasan jugando al gran bonetón.

¿Y cómo es eso de que el Perú avanza?, dirán otros. ¿Acaso no nos dijeron que la violencia terrorista tuvo en la pobreza extrema su caldo de cultivo y que del campo vino a la ciudad? Resulta que esa violencia se engendró en los claustros de la Universidad de Huamanga con Abimael Guzmán a la cabeza.

Han pasado 30 años desde el primer atentado terrorista de Sendero Luminoso, el país ha cambiado, hemos sabido superar crisis económicas, dictaduras, y desastres naturales, pero siempre subsistirán ideologías radicales que asumirán diversas y variadas formas y pretenderán escudarse en el reclamo de la tolerancia y del respeto al otro.

Así, pareciera que nuestro país se debate entre quienes albergan el justo anhelo de dar el siguiente paso hacia el desarrollo, y los que se resisten a esto, pues los dejaría sin discurso y con las manos vacías.

Por eso, en estas elecciones (las de este año y las del 2011) está de por medio mucho más que un cambio de autoridades. Nos jugamos una nueva manera de entender el país y su compleja realidad.

Es importante que en una madurez democrática podamos ser capaces de enfrentar cualquier tipo de violencia y radicalismo con absoluto respeto por el Estado de derecho y las reglas de juego.



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