Dialogar con Sendero
Carlos Tapia es coherente consigo mismo cuando reclama debatir políticamente con Sendero. Él siempre pensó así, sea como compañero de ruta de los guerrilleros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), sea como diputado indulgente con SL en los años 80, sea como miembro de la Comisión de la Verdad, que sesionó varias veces en privado con Guzmán, o sea finalmente como asesor principalísimo del señor Ollanta Humala.
La izquierda vergonzante, aquella que cree en la lucha armada pero no osa por ella porque "las condiciones no han sido creadas", consideró a los senderistas como revolucionarios involucionados, dogmatizados y fanatizados al extremo de haberse alejado in extremis del movimiento popular. Pero comprenden siempre su derrotero, en la medida en que fue exactamente el mismo camino por el que discurrieron todos los partidos marxistas-leninistas de la misma época: todos se diezmaron y se atomizaron sobre la base de la radicalización de sus facciones internas. La lucha armada se alimentó de los radicalismos que, sea en el MRTA o en SL, produjo el "debate" interno en Patria Roja, en Vanguardia, en el propio MIR, en el PCR y hasta en el PSR velasquista, cofundador del MRTA. (El radicalismo y el dogmatismo contagió, aunque efímeramente al mismo APRA, que también tuvo cuadros que se "pasaron al monte" en los años 60 y 70).
Ahora bien, eso de que a SL se le debe "combatir ideológicamente" como pregonan los voceros de esa otrora Izquierda Unida, solo puede encerrar dos cosas: o una inmensa ingenuidad o una clara y subconsciente admiración por quienes son considerados, al fin y al cabo, como verdaderos revolucionarios. Suponer que un debate político produce "derrotas" es ridículo. En política, una derrota se produce en el campo de la aceptación masiva de una propuesta y eso se define en el ámbito electoral o de la movilización de masas. Sendero rehúye ese escenario porque no es el suyo. Como enseña Mao, el revolucionario debe construir su propio campo de batalla y atraer al enemigo de clase a él. No al revés. Baste ver cómo siendo numéricamente inferior, derrotó a las tropas republicanas de Chan Kai Sek, en las innúmeras emboscadas a las que los atrajo. La ingenuidad de suponer que polemizando con un dogmatizado que no cree justamente en las palabras sino en la acción directa, esconde en realidad la indulgencia con la violencia cuando esta es revolucionaria, y ese criterio asoma en casi todas las páginas del famoso informe de la CVR. Por eso siempre lo objeté, porque como lo hicieron sus redactores, había que darle una lectura por el principal de los campos que llevó a crearla: por el campo ideológico.
Sendero está derrotado política y militarmente. Ha perdido sus dos campos de acción. Pero no ha desaparecido como estructura organizada de personas que tienen concepción y acción común. Tiene una estrategia precisa en estos tiempos que es la de abrirse espacios en el terreno del enemigo, vale decir, en la lucha político-electoral, para luego optar, en la medida en que jamás ha renunciado a su ideología, por la "guerra popular". La política es para ellos —y en eso siguen escrupulosamente a Mao— es la guerra sin armas.
Prestarse a su juego, como sucede por ejemplo con quienes creen que los acuerdistas realmente han depuesto la vía armada o que los excarcelados se han reinsertado en la sociedad, es darles carta de ciudadanía democrática convirtiéndolos en interlocutores a ser escuchados, y terminan convirtiéndose en lo que ya fueron en su momento: tontos útiles. Ya han soltado su maquinaria mediática vendiendo ese concepto como si fuese la panacea de la definitiva capitulación de SL. Incluso amenazan a quienes no comulgan con esas ruedas de molino, con acusarlos de "represores", de macartistas o de buscar "criminalizar la protesta social".
A diferencia del FMLN de El Salvador, del M-19 colombiano o de los montoneros argentinos, Sendero fue derrotado, no pactó políticamente su cese del fuego ni su reinserción. No han hecho abjuración de sus genocidios ni han pedido perdón alguno. No le corresponde por tanto un acuerdo, que solo se da entre fuerzas equilibradas, y menos debatir en una casa de estudios como si nada hubiera pasado. SL no ha asimilado la derrota sino que pretende usarla para recomponerse. Solo está en un "recodo" (Guzmán dixit), agazapado y en estado latente.
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