viernes, 2 de abril de 2010

sistema de partidos


Tristeza política

Por: Jaime de Althaus Guarderas
Viernes 2 de Abril del 2010

Keiko Fujimori expresó el miércoles su satisfacción y orgullo por haber inscrito Fuerza 2011, luego de haber recogido —dice— un millón de firmas y fundado 70 comités en todo el país. Muy bien, pero la pregunta que cabe hacerle ahora es si Fuerza 2011 pretende convertirse en un partido político de verdad, institucionalizado, permanente, orientado a representar, canalizar, procesar y sistematizar las ideas, los intereses y los ímpetus de participación de determinadas fuerzas o agrupaciones o clases sociales de un modo estructurado, o será solo una maquinaria para este proceso electoral.

El nombre Fuerza 2011 lleva a pensar en lo segundo. Pero eso nos devolvería a un aspecto de "lo malo" de la experiencia del 90 que Keiko Fujimori —dice— se propone "desterrar". Porque, en efecto, la práctica de su padre de fundar un partido para cada elección era su manera de decir que no quería formar un partido de verdad, que el partido era en realidad la Fuerza Armada y su secretario general Vladimiro Montesinos, y lo único que interesaba era la relación directa entre el líder y la población, sin intermediaciones de ninguna naturaleza. Es decir, el caudillismo populista deliberadamente antipartido y antiinstitucionalizador.

La democracia peruana necesita un sistema de partidos propiamente dicho a gritos. El problema es que ni el sistema electoral ni la institución de la segunda vuelta ayudan. Esta última fomenta el faccionalismo, la multiplicación de las candidaturas, todas con la esperanza de llegar a la segunda vuelta. Para formar una alianza más que coyuntural se necesita un enemigo, como la Concertación contra Pinochet o sus herederos. La polarización decencia/corrupción (o democracia/montesinismo-autoritarismo) lanzada por Lourdes Flores no parece tener la suficiente fuerza para organizar una bipolaridad política a escala nacional que sea la fundación de un nuevo sistema de partidos. Ojalá la tuviera, pero la "amenaza" del retorno del fujimorismo no es acicate suficiente.

Sin embargo, en la medida en que representa un determinado espíritu social, el fujimorismo sí podría convertirse en un partido político serio, si es que sus miembros persiguieran algo más que retornar al poder y rescatar a su fundador. Menos vocación permanente aun —si cabe— descubrimos en Luis Castañeda. Solidaridad Nacional es estrictamente, hasta ahora, solo un pretexto. De Toledo apenas se podría decir algo más. Los dos únicos partidos existentes (aunque venidos a menos), el Apra y el PPC, no cuentan en esta elección presidencial.

Ojalá exista verdadera conciencia política en nuestros líderes "no tradicionales".

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