La izquierda desunida
La izquierda peruana no termina el sueño polar en el que está sumida desde hace décadas. Los golpes recibidos, entre ellos los del fujimorismo, no le permiten aún reincorporarse y sigue postrada en un autoaislamiento, con lo que evidencia que la crisis es más seria de lo que parece. No hay luz ni al comienzo ni al final.
Sigue sin saber el porqué de sus repetidas derrotas, no tiene ni capacidad para analizarlas. Rompe su silencio esporádicamente, defiende causas sin poder ofrecer como garantía una posición partidaria sólida que, al menos, inspire respeto.
Nunca hizo autocrítica y los intelectuales, que en algún momento poblaron sus filas, simplemente se retiraron, callados, como buscando un olvido piadoso. Prefirieron equivocadamente esto a enfrentarse a la injusticia del sistema, a replantearse un socialismo moderno, a estructurar una oposición al abuso y la corrupción.
Solo florece en época electoral, como la derecha más retrógrada, con un léxico desfasado en el tiempo que muestra sus limitaciones ideológicas y sus lealtades antihistóricas.
La dictadura rompió la ecuación: política e intelectualidad, que antes enriqueció el socialismo en el Perú.
La izquierda tiene hoy problemas de identidad y se preocupa más en mimetizarse con el imaginario del momento, dando la impresión de no tener una visión de la sociedad y hasta carecer de escala de valores.
Da la sensación de que ha perdido vocabulario, así como su capacidad de comunicarse.
No se debe permitir perder la batalla antes de comenzarla, demasiadas lecciones para seguir cometiendo los mismos errores.
Es comprensible que a muchos intelectuales se les haga difícil ponerse a órdenes de la mediocridad, de la improvisación, del autoritarismo y de la antidemocracia.
Si hay quienes creen en la posibilidad de revivir la izquierda socialista y democrática, tendrán que comenzar por licenciar a su actual dirigencia y renovarla. Los jóvenes, una vez más la última carta por jugar, tienen ese destino en sus manos.
La grita y las estridencias solo contribuyen a debilitar su imagen y mostrarla como un colectivo irresponsable. Apoyar el uso de la violencia, aun ante causas justas, es entregar vidas ajenas y no reparar en las consecuencias.
Hay cuadros que merecen liderar un movimiento que tiene espacio en el escenario político del país. El socialismo es sinónimo de diálogo, de paz, de tolerancia, y no se puede aceptar que, en su nombre, se muestre lo contrario por mantener posiciones sin legitimidad.
Hay círculos socialistas repartidos por todo el país que pueden ser convocados. Están presentes en los gobiernos locales, en colectivos sociales, movimientos regionales, en la universidad, en el mundo del arte y la cultura, en los sindicatos.
Se requiere una autoridad moral capaz de recoger las mutaciones diarias de nuestra sociedad y sumar al pueblo a la realidad de un movimiento político moral.
Socialismo es democracia en permanente desarrollo, es ética y principios, es defensa de la vida ante la devastación provocada por modelos sin conciencia y en ejercicio.
Es hacer que la palabra no pierda su sentido humano, cuidándola de la bestialidad que acompaña a la política y a la mentira.
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