Un año de definiciones para el futuro del Perú
El Perú crece y con ello las posibilidades de consolidar un país desarrollado con equidad, inclusión, justicia y en libertad. Una reciente encuesta de El Comercio, realizada por Ipsos Apoyo —que publicamos en esta edición— da cuenta de que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro país considera que "la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno".
Y es que las bondades del sistema saltan a la luz y vienen permitiendo un crecimiento económico sostenido, así como el ejercicio de los derechos económicos de los más diversos sectores de la población, se han creado importantes polos de riqueza en zonas otrora marginales y se ha generado una nueva burguesía nacional de base popular.
El Perú no solo ha salido airoso de la crisis económica global que arrastró a las grandes economías del planeta, sino que el flujo de inversiones es alentador y los indicadores macroeconómicos más que positivos.
Según el Banco Central de Reserva (BCR) la balanza comercial alcanzó un superávit de 798 millones de dólares en febrero (527 millones por encima del mismo período del año pasado), mientras que las exportaciones no tradicionales crecieron 18,8% y la Sunat menciona el dinamismo de la actividad económica, lo cual se reflejará en una mayor recaudación tributaria.
En tanto el Índice General de la Bolsa de Valores de Lima (BVL) acumuló una ganancia de 10,8% en lo que va del año. La infraestructura que la población requiere avanza con carreteras, obras de agua y desagüe, mejoramiento de escuelas y calidad educativa, apoyo al sector rural mediante proyectos de reducción de la desnutrición infantil, entre otros.
Pero, frente a este panorama esperanzador, una ínfima minoría —con ideas caducas derrotadas en las urnas en las últimas décadas— reniega de los logros y trafica con las expectativas de la población, azuzándola, atemorizándola y llevándola a poner piedras en el camino de su propio bienestar.
Los bloqueos de carreteras en Arequipa por agricultores desinformados y utilizados por quienes siguen su propia agenda electorera no son sino un preámbulo de lo que se viene en estos próximos doce meses.
Si una obligación tiene el presidente de la República, doctor Alan García Pérez, es trabajar arduamente en lo que resta de su gobierno para que estos enemigos del desarrollo no impidan que los peruanos puedan seguir beneficiándose de la estabilidad y el crecimiento económicos.
No vivimos en el mejor de los mundos, es cierto, por ello el doctor García en el último tramo de su gobierno no puede descuidar las tareas de construcción de ciudadanía, presencia del Estado, cobertura de salud y educación y fortalecimiento de las instituciones democráticas, transparencia y lucha frontal contra el narcotráfico y la corrupción (pública y privada).
Pese a esto, no se puede ceder al chantaje de grupos minoritarios que pretenden abrirse espacio en la arena política, de cara a las próximas elecciones edilicias, regionales y presidenciales, a expensas de arriesgar el destino del país en la segunda década del siglo XXI.
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