domingo, 28 de febrero de 2010

Individualismo y descartes. No ha muerto


Y quién mató a Descartes?
Por: Ricardo Vasquez Kunze *
Domingo 28 de Febrero del 2010

La historia oficial cuenta que el filósofo René Descartes murió de neumonía. Un libro de reciente publicación en Alemania concluye algo muy distinto. "Der ratselhafte Tod des René Descartes" (La misteriosa muerte de René Descartes) del académico alemán Theodor Ebert —quien investigó la correspondencia entre la reina Cristina de Suecia y el embajador francés en la corte real sueca— concluye que el filósofo murió envenenado.   Pero la teoría de que el padre de la filosofía moderna haya muerto asesinado no es nueva y la hipótesis que lanza Ebert sobre el asesino y el porqué del crimen del filósofo es, en realidad, bastante cuestionable.  

Arsénico y encaje antiguo
Según Ebert, Descartes fue envenenado con arsénico. Esta hipótesis no es nueva. Ya en 1980, otro alemán, el médico e historiador Eike Pies afirmó lo mismo en "El homicidio de Descartes: documentos, indicios, pruebas". En la base de ambas afirmaciones hay documentación sobre los síntomas de Descartes al momento de su muerte. Náuseas, vómitos, dolor de estómago y sangre en la orina, que no son precisamente síntomas de neumonía, sino de muerte por arsénico.

La novedad de Ebert está en el quién, el cómo y el porqué. Para Ebert, el asesino de Descartes fue un cura francés, Francois Viogué, misionero apostólico para los países de la Europa del norte, adscrito a la embajada del mentor del filósofo, Pierre Chanut (1601-1662). Chanut era consejero de Estado, embajador de Luis XIV en la corte de la reina Cristina de Suecia y fanático católico.

Viogué, según Ebert, habría envenenado al filósofo con una hostia. El porqué es de lo más curioso. El supuesto asesino no habría estado de acuerdo con las opiniones de Descartes sobre el dogma de la transustanciación, fe por la cual los católicos creen que la hostia es efectivamente el cuerpo mismo de Cristo.

El tabaco mata
Tales novedades son bastante discutibles. En cuanto a los síntomas, efectivamente Descartes los tuvo todos pero se debieron, según parece, a que el pequeño hombre de metro y medio de estatura, con estudios de medicina en la universidad de Poitiers, se automedicó y purgó. Sintiéndose enfermo de "enfriamiento", decidió eliminar los "malos fluidos" con una pócima de vino caliente con tabaco y hierbas raras. El resultado fue fatal: una intoxicación generalizada. Para peor, ya debilitado a causa de la neumonía, se hizo sangrar, lo que agravó su situación, matándolo. 

¡Hostias!
En cuanto a la hostia, es imposible que una sola haya podido contener tal cantidad de arsénico para llevarse al filósofo al otro mundo.

Cualquiera, y más todavía un antiguo estudiante de medicina, lo hubiera notado de inmediato. Y un sistemático plan de hostias envenenadas no hubiera podido pasar desapercibido en la capilla personal del embajador y amigo de Descartes, Pierre Chanut.   

Finalmente, el móvil del supuesto  crimen no deja de tener cierta ironía. Si el cura Viogué se rasgaba las vestiduras por la santidad de la hostia como el cuerpo real de Cristo, no tuvo ningún pudor en envenenar a Cristo para matar a Descartes. Dicho sea de paso, el filósofo nunca estuvo en contra de la doctrina de la transustanciación. Creía en ella pero, como padre del racionalismo moderno, elaboró una teoría para justificarla lógicamente. Así, como no hay ninguna relación entre lo que ves y lo que es, entonces el pan puede ser cualquier cosa. Ergo, bien puede ser el cuerpo de Cristo. Quien mató en realidad a René Descartes ha sido el tiempo. Trescientos sesenta años después, su filosofía agoniza en el achicharramiento de una naturaleza explotada a muerte por el Yo. 

Un revolucionario
René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, Tourraine, hoy rebautizada en su honor como Descartes. Murió en Estocolmo el 11 de febrero de 1650.

Medía apenas un metro cincuenta de estatura.

Revolucionó el destino de la filosofía y puso los cimientos del individualismo que ha marcado a la civilización occidental y, con ella, al mundo.

Tuvo una posición acomodada gracias a su padre Joachim, un influyente jurista miembro del Parlamento bretón (corte de justicia de la época).

Vivió sin privaciones económicas aunque con carencias afectivas. Su padre, ocupado en sus negocios, desatendió a sus dos hijos huérfanos de madre, encargando sus cuidados a la abuela.

Se graduó en leyes y estudió medicina en la Universidad de Poitiers.

Sostuvo que el mundo es, en realidad, el yo.

Puso el centro del pensamiento en la subjetividad, rompiendo con la metafísica escolástica y con ello iniciando la filosofía moderna.

[*] Periodista y abogado

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