La resurrección de los compadres
Este inesperadamente exitoso arranque de Universitario y Alianza Lima en la Copa Libertadores ha provocado que muchos hinchas devorados por el entusiasmo empiecen a preguntarse si acaso estamos siendo testigos de la resurrección del fútbol peruano.
Pues, me temo que la respuesta es negativa.
¿Por qué les ha ido bien a los compadres? Fundamentalmente porque sus técnicos entendieron que seguir jugando a 20 kilómetros por hora, con pasecitos insulsos hacia los costados y una que otra huachita arranca aplausos, lo único que les aseguraba era sumar otro papelón al currículum. Se dieron cuenta de que el fútbol moderno demanda una mayor exigencia física, que los jugadores deben estar en permanente movimiento, fabricando espacios aun sin la pelota en los pies. Entendieron la importancia de asfixiar al rival hasta quitarle el balón para luego jugarlo en no más de dos toques. Para ello era indispensable construir un equipo solidario, que no dependa de un solo jugador. La "U" ya había aplicado dicha fórmula en la Copa Libertadores del año pasado, en la que apenas fue eliminada por diferencia de goles, y en el torneo local. Alianza, su principal víctima a lo largo del 2009, aprendió la lección y decidió hacer lo mismo. Gustavo Costas le puso fin a la dependencia exclusiva de la zurda de Johnnier Montaño y ensambló un equipo de obreros, mucho más contundente que el once de Juan Reynoso. Que dos equipos peruanos hayan ganado sus dos primeros partidos en una Copa Libertadores, incluyendo uno fuera de casa, no estaba en los cálculos de nadie, ni siquiera del más fanático de sus simpatizantes.
Sin embargo, aún no existe una razón que permita establecer efectos vinculantes entre estos éxitos con la resurrección del balompié criollo. Aquí mis razones:
— En la historia del fútbol peruano los triunfos hazañosos se mezclan con las derrotas humillantes. La prensa deportiva ha fabricado diversas explicaciones para estos fracasos ("gitanería", "falta de actitud"), que bien podrían resumirse en una más simple: falta de preparación. Tras solo dos jornadas de la Libertadores, imaginar que el final será distinto es todavía prematuro.
— La crisis de nuestro balompié es estructural. El sistema organizativo ha colapsado y requiere un cambio radical que implique políticas de desarrollo de mediano y largo plazo. Clasificar a un Mundial o hacer una buena campaña en una Copa Libertadores no alcanza para resanar sus agudos problemas de base.
— Si bien hay jugadores que han sorprendido por su rendimiento, aún existen posiciones dentro de la cancha que no están adecuadamente cubiertas, ¿o ya olvidamos cómo sufrimos en la última eliminatoria por la falta de marcadores de punta y volantes centrales?
— Finalmente, muchos siguen añorando la forma cómo la selección nacional jugaba en la década del setenta, sin advertir que el fútbol actual ya cambió. Sin agresividad en la marca y dinámica en los desplazamientos no hay manera de tener éxito. El resto es nostalgia, pura novelería.
Que el entusiasmo no nos desborde. Para que el fútbol peruano cambie, resta muchísimo por hacer.
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