ENFOQUE
¿Y a nosotros quién nos cura?
La liberación de Lori Berenson el último jueves y su decisión de vivir en Miraflores nos han demostrado que los peruanos, en su mayoría, aún no estamos preparados para convivir con quienes tanto daño nos hicieron con su ola de violencia y terror.
Según las consideraciones del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), que recomendó que Berenson se acoja al beneficio que le dio la ley para cumplir su condena en libertad, la estadounidense "ha cumplido con los fines de reeducación, rehabilitación y resocialización".
Para el procurador antiterrorismo Julio Galindo, Lori Berenson sigue siendo "agresiva e intolerante".
El INPE y Galindo encarnan, quizás sin proponérselo, las dos caras de esta historia: la de quienes creen que las personas como Lori Berenson efectivamente pueden cambiar, arrepentirse y redimirse por terrible que haya sido el daño y el dolor que generaron, y quienes como Galindo consideran que su intolerancia y agresividad permanecen intactas como hace 15 años, cuando vimos en su rostro la imagen del odio y la violencia.
Si es cierto que ella está rehabilitada y resocializada, sería bueno preguntarnos como sociedad cuánto nos falta para recuperarnos de tantos años de terror.
(*) Editora de Política
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