Presente griego
Por Mirko Lauer
Cuando todavía faltaba un trecho en el respiro por la crisis mundial del 2008, la crisis con epicentro en Grecia se presenta como un segundo tramo. Son fuertes las posibilidades de que el mal griego se contagie a Portugal, Italia, Irlanda y España, que con Grecia forman el grupo de países denominado en inglés PIIGS (S por Spain).
En términos mundiales nada horroroso está sucediendo en este momento. Sin embargo todo el mundo se está preparando para la posibilidad de que la "débil recuperación" que nos ha acompañado un semestre se vaya al diablo de un momento al otro. Todavía no se sabe si hay lecciones de la vez pasada que se puedan aplicar esta vez.
Se discutía en el 2008 si la descripción gráfica de la crisis iba a ser la U de una recuperación, o una W de recuperación con caídas por el camino. Ahora la dialéctica del problema es de pánico-recuperación-pánico. Cuando parecía, parafraseando a Carlos Marx, superado el final horrible del capitalismo, asoma en el horizonte un horror sin fin.
Lo sucedido en Grecia es un remake de la crisis argentina de comienzos del decenio, resumible gasto fiscal descontrolado, poco crecimiento, y subsiguiente incapacidad de pagar las deudas. El contagio a los demás PIIGS es porque el aspecto crediticio de la crisis puede volverse un dominó que podría arrastrar a toda la zona del euro.
Los pronósticos de que la crisis conjurada en los EEUU se trasladaría a Europa podrían estar a punto de cumplirse. El gurú Nouriel Roubini, quien mejor predijo lo que sucedería en el 2008, ahora describe los problemas del euro como un choque de trenes en cámara lenta. Es decir que puede demorar, pero los fierros retorcidos ya están en el libreto.
Pero una crisis europea también sería mundial, como lo fue la de los EEUU. Si bien el tremendo hipo que acaba de darse en la bolsa de Wall Street no tiene un vínculo directo con Grecia, el escenario europeo le da un sesgo ominoso. Lo mismo puede decirse sobre la abrupta caída del precio del petróleo, de US$85 a US$75, y cayendo.
El Perú, habituado a un decenio de autoalabanza en los negocios, tiene que volver a parar las antenas frente al peligro. Si bien la exportación sigue creciendo, una crisis europea de todas maneras la podría afectar, por volumen y por precios. Sin embargo no parece haber señales de alarma temprana en el gobierno.
Pero igual la idea-fuerza de que la crisis ha quedado atrás tiene que ser revisada. Entre otras cosas porque los intentos de evitar la repetición del 2008 y de reformar a los responsables, incluso de darles castigos ejemplificadores, están funcionando a media caña en los EEUU.
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