viernes, 1 de octubre de 2010

El Lenguaje en la primaria

El lenguaje en la primaria

 

Por Luis Jaime Cisneros

No estamos defendiendo la conveniencia de dar al niño, en los años primeros de la Primaria, nociones elementales de fonología. Se trata de que le asigne  a la entonación la importancia que tiene en la comunicación. Se trata de interesarlo en los mecanismos de su propia comunicación. De otro lado, es el momento en que el profesor pueda descubrir la proclividad a pronunciaciones defectuosas, que podrá corregir eficazmente. Pronunciar bien, entonar los textos con precisión, ayuda a reforzar la confianza en sí mismo. Hablar con la entonación adecuada y con naturalidad ayuda a reforzar la confianza a los oyentes.

La enseñanza de la escritura no debe ir nunca más allá de lo que la vida oral no vaya mostrando, hasta que la seguridad en el manejo de la oralidad no está garantizada. Y luego, la lectura. Y con la lectura, la ortografía. No es este sitio para discutir aquí el tema, que es asunto muy técnico y, en rigor, marginal. En los primeros momentos, leer debe significar pronunciar con claridad las palabras, articular acertadamente los fonemas y sus combinaciones. Luego debe permitirnos modular las agrupaciones sintácticas, a fin de acertar con la estructura semántica de los textos. Y ahí estamos en el umbral de la comprensión, clave de toda lectura.

Si a la oralidad triunfante los niños se entrenaran ejercitándose en la lectura de breves pasajes de obras de teatro (vinculando así la oralidad con la escritura), lograríamos un aprovechamiento desacostumbrado. La mayoría de esas obras nos ofrecen indicaciones para los intérpretes sobre manejos de la entonación, que ayudan a la interpretación y a la comprensión de los textos.

Se discute todavía si el aprendizaje de la lectura debe hacerse con textos en prosa o en verso. Si no queremos acudir a textos prosarios, podemos elegir romances populares, de fácil lectura y pronta memorización. También podemos elegir cantos populares. Lo que hay que evitar son textos poéticos que se presten a la declamación, con gestos prestados del ambiente teatral, con lo que el propósito pedagógico que animaba a la lectura queda destinado al fracaso. Conozco buenas experiencias en que los niños leían fragmentos del romancero español, que ofrecía textos de interés histórico, con lo que se favorecía el gradual aprendizaje de situaciones que alertaban sobre la vinculación de la entonación con la sintaxis, imprescindible más tarde para una buena inteligencia de la lengua prosaria.

En suma, un programa ambicioso. La lengua tiene melodía y ritmo, que muestran su vigor precisamente en la organización de los textos, y el niño debe aprender a descubrir naturalmente esa presencia, cuando está en la edad más propicia, para que ese descubrimiento no sea un triste lujo de la memoria, aunque evidente y decisivo en la vida del lenguaje. Un adecuado y oportuno aprendizaje de las estructuras rítmicas garantiza una lectura provechosa y ayuda a la comprensión de los textos. Se trata de instruir al alumno para discernir el sentido de la frase a través de la estructura melódica, de adquirir conciencia de sus constituyentes inmediatos y de estar en condiciones de reconocer las relaciones establecidas entre ellos. Saber qué dice una rama de la frase de la otra rama es más importante que llamar 'sujeto' a un fragmento del texto analizando.

Si al término de la enseñanza primaria, la escuela ha logrado que el niño se dé cuenta de lo que está leyendo, habrá colaborado a asegurar en él confianza plena en su lengua, que implica la certeza de cuanto cada uno puede realizar con su instrumento de comunicación: la hazaña de la libertad. Y no se trata de una metáfora. Las crisis relacionadas con el lenguaje en la escuela secundaria tienen su raíz en este desasogiego respecto de la lengua originado en la primaria. Son muchos los traumas por los que suele atravesar la criatura, y las consecuencias se muestran en la lengua escrita. La lengua escrita es (no lo dudemos) una abstracción en cuyo seno la ortografía se muestra como una arbitrariedad. Ejercitarse en la lengua escrita, sin haber tomado en cuenta todo cuanto ha significado para el niño la lengua oral, convoca a una serie de operaciones en la que va comprometido todo un trasfondo que acompaña a la criatura. El lenguaje debe combatir los medios de la criatura para revelarla feliz. Heidegger dijo esta verdad: "El lenguaje es la casa del ser".

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