lunes, 19 de marzo de 2012

El caso Manises

"ENIGMAS", EL CASO MANISES Y LA PEOR DE LAS CONSPIRACIONES

Por Manuel Borraz Aymerich
–¡Sr. Sierra, la Verdad está ahí fuera!
–Pues dígale que vuelva otro día y no fastidie.


El pasado viernes día 18 de enero, en La 1 de TVE, el periodista especializado en temas paranormales y escritor Javier Sierra presentaba un especial dedicado al misterio. "Enigmas" incluía hasta 16 reportajes sobre fenómenos inexplicables engarzados por los comentarios de Sierra desde un plató de televisión. Un verdadero atracón de misterios. Y hablando de misterios, los ovnis no podían faltar a la cita.

Reconozco que no hay ninguna novedad que justifique dedicarle dos minutos al acontecimiento, más allá del hecho de que sea el primer canal público el que se apunte de nuevo al género paranormal, lo que no dejará de suscitar críticas. Por lo demás, los misterios ya tienen escaparates en otros canales y Sierra tampoco es un recién llegado al medio televisivo.
¿Novedades en cuanto a contenidos? Lo que vi parecía una reposición, a lo sumo un remake, protagonizado por los mismos "enigmas" de siempre, ésos que guardan en formol y sirven a granel de tarde en tarde –¿Cuántos le pongo? ¿Los quiere para dos horas de programa? Ahí van 100 gramos de Nostradamus, 150 gramos de ovnis nazis, media libra de cirujano psíquico, unas lonchas de ovni de Manises..–.

A decir verdad, el único enigma añadido fue el de por qué trasladaron el programa a la medianoche del viernes cuando lo habían anunciado para las 22:00 horas del miércoles. "Desterrado al 'late night' antes de su estreno", sentenciaban la víspera los de Europa Press con muy malas pulgas.

LA RECETA

El modo de manejar tanto venerable misterio es bien simple. Se enseñan los enigmas un rato –no mucho rato, para que no se ventilen demasiado, pues se echarían a perder–, se vuelven a guardar en el relicario y hasta la próxima, dentro de una semana, un año o un par de lustros... Si se enseñan lo justo, sin mostrar sus vergüenzas, a la gente le puede parecer que no caducan nunca.

De vez en cuando, el oficiante –me niego a llamarlo periodista– reventaba un misterio ante las cámaras, pero para colarnos otro más gordo, como esos ilusionistas que nos consuelan desvelando un truco menor que luego no sirve para explicar nada de lo que hacen a continuación...
Así, por ejemplo, nos ponía al corriente de que la cuarteta de Nostradamus que –según se dijo en su día– profetizaba el 11-S es falsa. Ahora bien, quizás hay otra, ésta auténtica, que sí lo predecía..., apuntaba enseguida Sierra. Y añadía, a propósito de Nostradamus:
"Pero de todas sus profecías yo me quedo con la de Hitler...".Otro ejemplo. Tras servirnos un documental infumable sobre los platillos volantes supuestamente construidos por los nazis, Sierra se explayó sobre los platillos fotografiados por Adamski, concluyendo acerca de éstos:
"Finalmente es muy probable que todo fuera un montaje, pero ¿son montaje también las imágenes de los nazis?"
Para quienes viven, no de formular preguntas, sino de hacer siempre las mismas preguntas, encontrar respuestas sería una imprudencia. Por consiguiente, la regla habitual es mantener los enigmas alejados de críticas y explicaciones racionales.
Por otro lado, hay espectadores que llegan a tragarse el cuento y acaban asumiendo resignadamente que, en materia paranormal, no es posible la objetividad porque "el objeto es inaprensible". Es falso o, como mínimo, no siempre es cierto.
Veamos un ejemplo de los que desfilaron por el programa. Si en verdad hay tipos que pueden operar con éxito en trance usando un cuchillo de cocina sin esterilizar y sin utilizar anestesia, no hace falta que nos lo cuenten por enésima vez: ¡que los contrate la Seguridad Social y que se acabe con las listas de espera en la Sanidad pública! ¿Se puede pedir una prueba más objetiva de que la cosa va en serio? Décadas de cháchara sin el más mínimo progreso son la demostración clara de que se trata de pura charlatanería.
Volviendo sobre los "platillos nazis", por tocar otro ejemplo, se da la circunstancia de que los contenidos del reportaje emitido han sido desmitificados hace tiempo (ver, sin ir más lejos,
El Ojo Crítico). Mal que le pese al Sr. Sierra, hay respuestas que no pueden ser más evidentes. Sirva como botón de muestra una de las imágenes mostradas en el programa, reproducida a continuación, la de un presunto platillo "nazi" dotado de una pieza de artillería. ¿A que le ven un "parecido" con la nave alienígena de la serie "Los invasores" de los años sesenta...?
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En una reciente entrevista (
Magonia), preguntado por la razón de que muchos de los periodistas esotéricos se estén dedicando ahora a la novela histórica, Javier Sierra contestaba: "Durante años, he estado investigando lo paranormal y lo único que he podido formular con honestidad son preguntas. Para responderlas, he tenido que saltar a la ficción".En casos como el suyo, no habrá sido un salto muy grande...

RECREANDO EL CASO MANISES

Ufológicamente hablando, el plato fuerte de "Enigmas" fue un clásico ibérico: el incidente de Manises del 11 de noviembre de 1979. Por supuesto, el oficiante no hizo ninguna referencia al estudio más exhaustivo y demoledor llevado a cabo sobre el caso:
El Expediente Manises. Después de presentarlo como el caso del Supercaravelle "acosado por un ovni", nos dejó con un reportaje que, sospecho, tendrá ya más de diez años.

Hablar seriamente del caso Manises requiere no simplificar el relato de los hechos y sus circunstancias. Pero la mayoría de los televidentes que resisten en pie más allá de medianoche no están en condiciones de prestar atención a los matices ni detenerse en disquisiciones. Por otra parte, en televisión el tiempo es oro y el guión ha de ser breve. En "Enigmas", el caso fue despachado en cinco minutos.

Tratar el asunto seriamente obliga también a huir de reconstrucciones de los hechos en las que aparezcan sensacionales luminarias para ilustrar el momento en que la tripulación del Supercaravelle preguntaba a los controladores de tierra si había algún "tráfico" en la zona a unas cinco millas náuticas de distancia. Sí, lo han leído bien, en esos instantes, los pilotos estaban tomando las luces por un avión no identificado que se encontrara a unos nueve kilómetros (cinco millas), que no es poco...
Comparen la escena extraída del programa (arriba en la siguiente imagen), con una reconstrucción más realista (abajo en la imagen), acorde con lo que explica el propio reportaje.

Minutos después, el comandante del avión tomó la decisión que daría notoriedad al caso: "Quiero tomar tierra en Valencia. No me gusta continuar con ese tráfico, que me está siguiendo". Lo curioso es que, aunque se supone que las luces se veían cada vez más cerca, el copiloto manifestó posteriormente que, de haber llevado él los mandos del avión, habría seguido su ruta sin desviarse hacia Valencia (ver Fundación Anomalía) ... De hecho, podemos ver que el comandante seguía hablando de un "tráfico" y que la situación le incomodaba ("no me gusta...") pero no era crítica. Cabe pensar que los pilotos habrían manifestado otras cosas muy distintas si realmente hubieran visto las extraordinarias luces que aparecen en el reportaje, en primer plano, acechando al avión. ¡Con semejante "monstruo" luminoso al lado sólo podría imaginármelos dedicados a aprovisionarse de whisky o de paracaídas...!



Análogamente, nadie con un mínimo de rigor se atrevería a recrear los avistamientos posteriores desde el propio aeropuerto de Manises –tras el aterrizaje del Supercaravelle– mostrando de nuevo imponentes focos de luz revoloteando sobre las instalaciones. Precisamente ése es el episodio mejor documentado y el que ofrece menos dudas en cuanto a su explicación: las tres luces "inmóviles" que observaron "más de cuarenta testigos" desde tierra "durante más de dos horas" eran, con toda probabilidad, la estrella Sirio y otros astros. Pero, ya se sabe, al público de madrugada o se le deslumbra con algo o acaba cerrando los ojos, roncando. Quizá por eso, además, en "Enigmas" eligieron mostrarnos lo que nadie tuvo oportunidad de ver en 1979: la llegada de las luces al aeropuerto...
Que yo sepa, no se tomaron fotos de esos ovnis, pero si se hubiera obtenido alguna no se diferenciaría mucho de la siguiente imagen, considerando la probable naturaleza estelar de las luces.




No dejen de compararla con el tipo de imágenes que ofreció el programa, como las reproducidas a continuación:




OVNIS: ¿UN ENIGMA VISUAL?

El caso Manises ilustra perfectamente una tremenda paradoja que, pese a ser endémica, pasa desapercibida. A pesar de que la materia prima son "cosas que se ven en el cielo" –el enigma visual por excelencia, podría pensarse– el asunto de los ovnis no suele ser traducible en imágenes. Y encima, tampoco acostumbra a ser fotogénico.
En primer lugar, por lo difícil que resulta destilar una imagen nítida a partir de las descripciones borrosas (subjetivas, incompletas, contradictorias, incluso cambiantes...) que acostumbran a aportar los testigos. Pero también porque, para qué engañarnos, tratándose de observaciones de ovnis, una imagen no vale más que mil palabras. La imagen sólo cobra sentido en su salsa, cuando se considera su contexto, las condiciones de observación, la interpretación que hicieron los observadores, sus impresiones, el relato... En suma, cuando se adereza con mil palabras. Esto hace que, a menudo, no pueda plasmarse el relato directamente en imágenes, de manera objetiva y fiable, por muchos detalles precisos que aporte el testigo. Es posible que si usted hubiera estado allí con su cámara, ni hubiera captado con ella lo que después describió el testigo ni hubiera relatado después lo mismo que él... Quizá sólo habría visto una luz, inmóvil, cuyo brillo aumentó de repente donde el testigo percibió una luz que se acercaba a velocidad vertiginosa, por poner un ejemplo.
Pero aún hay más. Aparte de que, a menudo, el asunto requiera una aproximación discursiva antes que visual, está también el problema de la fotogenia. La crónica de los avistamientos de ovnis, si se hace con rigor, aspirando a recoger hechos de manera fidedigna, resulta ser un material poco fotogénico. En determinados casos, por supuesto, porque lo único real que podríamos poner ante el objetivo sería a un lunático maquinando una historia inventada o a un fotógrafo aficionado colgando de un hilo una maqueta discoidal... Pero en muchos otros casos, porque el ovni observado por testigos de buena fe carecería de vistosidad. Ocurre con frecuencia que la exposición realista de los avistamientos de esas "cosas que se ven en el cielo" es poco "adecuada" para el formato visual, por sus propias características físicas.
Hemos de reconocer que esto son, nuevamente, malas noticias para cualquiera que pretenda hacer un documental serio sobre ovnis. Cuando no hay fotografías, ni filmaciones, ni huellas que mostrar, hay que recurrir a recreaciones artísticas. Pero, dado que, en muchos casos, lo que hay que reflejar son objetos lejanos o luces equiparables a estrellas y luceros (
Misterios del Aire), ¡qué imágenes más decepcionantes! Lo que la reconstrucción debe mostrar son luces u objetos que, en ocasiones, a duras penas serían captadas por una cámara sin teleobjetivo...

¿Y qué otras imágenes puede incluir un reportaje televisivo sobre ovnis, aparte de las de los propios ovnis? Obviamente, las del testigo relatando los hechos. Y aquí, de nuevo, si optáramos por proceder con rigor, acabaríamos teniéndolo difícil. Porque... ¿qué testigo accedería a intervenir en un reportaje en el que podría llegarse a cuestionar su versión actual de lo sucedido?

PERSIGUIENDO LUCES

En "Enigmas", el piloto del caza que fue enviado a interceptar las "misteriosas" luces observadas desde el aeropuerto de Manises, el entonces capitán Fernando Cámara, explicaba que, en un momento dado, apreció en el objeto luminoso una forma de tronco de cono y manifestaba su extrañeza por las capacidades del aparato, que podía mantenerse inmóvil y no emitía radiación calórica detectable:
"....seguía sin ver nada. Aceleré a uno con cuatro de Mach y entonces, yo creo, ha pasado tiempo, pero vamos... eh, creo que ahí es cuando le vi la... tenía una forma la luz esa... le pude apreciarle una forma que era como, como de un tronco de cono, y la luz le salía toda de dentro."

"Yo no conozco, dentro de mi experiencia profesional, eh, pues no conozco ningún aparato que... que actualmente que haga estas cosas. Pero, sobre todo, lo raro es que se mantenga parado y que no... al mismo tiempo no tenga ninguna fuerza... ninguna fuente de calor, porque a la distancia a que estaba, si tuviese alguna fuente de calor lo habrían detectado los misiles."


Pero del sorprendente objeto luminoso (¿aparato?) troncocónico observado a cierta distancia no hay ni rastro en la transcripción de sus conversaciones con el centro de operaciones de Torrejón de Ardoz
. Sólo habló de luces, sin más precisiones. Y es comprensible que no haya más detalles: parecían luces lejanas, a distancias imposibles de determinar a ojo (el radar no registró su presencia). De todo esto, en el programa no se dijo ni una palabra...
Merece la pena examinar la transcripción con detalle. Pasen y vean:



(A) El capitán intenta acercarse a lo que describe, simplemente, como "unas luces rojas". Algunos pasajes dan idea de la dificultad para estimar la distancia a la que se encontraban:

"como hay tan buena visibilidad pues, la sensación es de que están muy muy lejos, porque tengo a mi izquierda la isla de Ibiza a la vista perfectamente y eso está como más lejos" (Ibiza se encontraba a 42 millas, es decir, unos 78 km)

"... por lo menos a 100 NM o más" (...) "como el doble de distancia" (a Ibiza)


(B) Más tarde, el caza se dirige hacia otra "luz", en otra dirección. De nuevo se hace evidente, a lo largo de la conversación, la imposibilidad de estimar la distancia, que incluso podía ser... ¡astronómica!:
"me da la sensación de que está muy lejos porque como depende de cómo sea la luz de grande"
"yo le veo siempre a la misma distancia (...)
allá en el horizonte"
"igual pueden ser 10 ó 15 millas y que esté cerquita y sea más pequeño, ó 100 millas y que éste sea más grande"

"yo lo veo siempre igual ¿eh?, a la misma distancia"

"yo creo que me voy acercando hacia esa porque se ve como más fuerte la luz"

"hombre yo creo que, parece como si muy lentamente me fuera aproximando, porque la luz se ve con una cierta intensidad más"

"yo creo que (la distancia)
continua igual"

"es muy difícil
(precisar)
la distancia"
"lo que pasa es que como es una noche tan clara, tan estrellada, es difícil distinguir lo que son estrellas de lo que son... lo que puede estar más bajo" (las negritas son mías)


(C) Finalmente, el capitán enfila el caza hacia otra luz: "una luz blanca que centellea y tal, bastante grande que antes cuando he pasado por aquí no estaba" (...), "esta vez yo creo que es una estrella más gorda o una estrella, sí bastante más gorda lo que pasa es que se ve como en el horizonte un poco más alta". Una vez más, encontramos comentarios reveladores:

"... creo que bastante lejos..."

"es muy difícil apreciar distancias porque es que esta noche hay una visibilidad estupenda"

"no si aquí con esta noche se ve hasta Madrid" (se encontraba a unas 37 millas, es decir, unos 69 km, al este de Valencia)


El minidocumental sobre el caso incluido en "Enigmas" narraba: "el capitán Fernando Cámara persigue la luz, que va cambiando de color, pero no consigue atraparla". Mientras, se sucedían en pantalla algunas animaciones con el caza pisándole los talones a una bola de luz, maniobrando sobre la Península y las islas Baleares.
Al final de todo, Sierra apostillaba: "El capitán Cámara, hoy coronel en la reserva, es lo que nosotros llamaríamos un testigo de élite, alguien que con 3.500 horas de vuelo a bordo de un avión de combate se considera el único piloto español que ha estado 90 minutos persiguiendo a un objeto volador no identificado".
Sin embargo, lo acabamos de ver más arriba, Cámara no persiguió una luz. Sus conversaciones con el centro de operaciones lo dejaban claro: se dedicó a dirigir el caza hacia tres luces, sucesivamente, que nadie sabe a qué distancia podían estar. Es lo que ilustra el mapa de la derecha en la imagen adjunta (adaptado de "El Expediente Manises", de J. A. Fernández Peris). En él se indican la ruta seguida por el caza y las direcciones en que podían verse las luces (A, B y C, en correspondencia con las descripciones antes citadas).
Obviamente, la animación que presentaba el reportaje (ver los dos fotogramas siguientes) era mucho más digerible y sugerente, nadie lo discute...
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Su único defecto es que era falsa, tanto en lo fundamental como en los detalles. Obsérvese, por ejemplo, que el caza no rebasó Mallorca en ningún momento...




COLORÍN, COLORADO...

Después de hacer referencia a la interpelación parlamentaria sobre el caso que el Gobierno no respondió, el reportaje dejaba la pregunta en el aire: "¿Qué sucedió realmente la noche del 11 de noviembre de 1979 en el cielo del levante español?" Entretanto, el cerebro del telespectador trasnochador –todo retina a esas horas– era masajeado con unas imágenes de unas rollizas luces rojas que se perdían en la inmensidad de la noche...




Javier Sierra aprovechó la ocasión para recordar –sin una sola mueca de hilaridad, lo cual tiene su mérito– que, apenas una semana después del incidente de Manises, otro caza fue enviado a "perseguir" tres luces que se encontraban sobre Motril. Al aproximarse a ellas, unas voces infantiles se colaron en la comunicación por radio: "Hola, ¿cómo estás? Hola, hola".
Por lo poco que se sabe del suceso, parece tratarse de la típica historia del eco no identificado que sólo ve el radar y el piloto que acaba viendo después unas luces que no puede alcanzar y que el radar no ve.
Lo que no sabemos es si las criaturas tenían acento alemán o de Ganímedes...

LA ÚLTIMA CONSPIRACIÓN

Desde luego, si alguien pensaba que le iban a contar toda la verdad sobre el caso Manises por televisión andaba muy equivocado. Pero no seamos hipócritas. No toda la culpa es del misteriólogo de turno. Además están Ellos...
En un rapto de locura, Sierra podría haber concebido un reportaje periodístico imparcial, sensato y riguroso. Podría haber planeado dedicar al caso un documental de una hora, si fuera necesario, sin simplificar nada ni dejar cabos sueltos, pero sin añadir nada de su propia cosecha. Las imágenes, las justas –las justificables–, sin temor a convertir el documental en un programa de radio en algunos momentos. Las recreaciones, austeras, realistas, sin engordar las luces, aun a riesgo de aburrir a más de un espectador. Los testimonios –los que se dejaran– en vivo, bajo la lupa, sin perderle nunca el respeto al testigo pero sin venerar su testimonio. Sierra podría, además, cegado por el furor periodístico, haberse autoinmolado en el intento: abrir la jaula de las explicaciones racionales, concretas, de este mundo..., y dejar que campasen a sus anchas por el programa. Pues bien, todo el esfuerzo habría sido en vano. Lo habrían impedido Ellos. Es, en cierto modo, la última conspiración.
Están presentes en nuestras carreteras, en nuestras casas, en nuestras vidas, en nuestros organismos... Y han instigado la implantación de ciertos artilugios en miles de hogares para deducir, a través de cálculos estadísticos, qué es lo que miran los televidentes. Pero a veces no hace falta que midan nada. El poder disuasorio de estos artilugios es tremendo, bien lo saben los responsables de poner en circulación los programas que los televidentes pueden mirar. A nuestro Javier Sierra transfigurado le hubieran dicho:
Su programa no verá la luz en nuestro canal porque creemos saber lo que Ellos supondrán que los televidentes harían cuando se emitiese. Cambiar de canal. Nosotros tenemos familia, hijos que mantener y Ellos no perdonan...
No hay agentes gubernamentales ni hombres de negro. No hay violencia, ni amenazas. Por no haber, no hay ni aviesas intenciones. Es todo más sutil. Hay, por ejemplo, autocensura.
Y así es como Ellos, los Anunciantes –fabricantes de coches, empresas de telecomunicaciones, laboratorios farmacéuticos, grupos financieros, industrias alimentarias, marcas de electrodomésticos, compañías aseguradoras...–, conspiran sin proponérselo para que la población no conozca toda la verdad sobre el caso Manises.
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Manuel Borraz Aymerich nació en Barcelona en 1961. Obtuvo su título universitario con especialidad en Electrónica en la Ciudad Condal en 1987. Se ha desempeñado como ingeniero de I+D e ingeniero de mantenimiento en varias empresas españolas.

Sus intereses incluyen los casos ovnis y también otras temáticas paranormales, las medicinas alternativas, las anomalías científicas, la ciencia patológica, las leyendas urbanas y la historia de las religiones.

De firmes valores humanistas, siempre ha mostrado interés hacia los casos de injusticia con los más débiles como en El caso de Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi.

Entre sus artículos sobre ovnis (todos de obligada lectura) destacamos la recopilación "OVNIs: historias increíbles con explicaciones creíbles", Centro de Estudios Interplanetarios; "Venus tráfico no identificado", Cuadernos de Ufología (CdU) 18; "Análisis de una experiencia ovni", CdU 2 y 3; "Meteoros con ventanillas", Cdu 2-3 ; y "Ovnis, la cuestión de los casos negativos", CdU 11 y 12.

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